Frankenstein es un joven
idealista que dedica sus estudios a la filosofía natural. Al encontrar el
secreto de dar vida a la materia, crea un ser vivo. La creación monstruosa,
aunque de corazón tierno y suave en la naturaleza, inspira temor a los que se crucen
en su camino y debe esconderse de la sociedad. Cada vez más solo y aislado, el
monstruo se vuelve amargado y crual, venganzando de su creador. En un desenlace dramático en el que
Frankenstein persigue su creación hasta el Ártico con el fin de acabar con él,
Mary Shelly revela las terribles consecuencias de jugar a ser Dios.
En su novela gótica del siglo
XVIII, Mary Shelley reflexiona sobre los peligros que la ciencia plantea a la
humanidad si no se guía por el sentido común y la moral. Siempre volvemos a la
famosa máxima del escritor Francés Rabelais: "La ciencia sin conciencia no
es más que la ruina del alma". Es peligroso pensar como pudiéramos ser
igual a Dios, esto es lo que va a aprender el joven científico Frankenstein.
Esta historia aborda muchos temas, uno de ellos siendo la creación de la mano
de un solo hombre de un ser vivo. Es esta cuestión que afecta al actual debate
ético sobre la clonación y todos sus peligros, incluido el de la conciencia de
ser clonado. En el caso del monstruo de Frankenstein, la criatura ha sufrido
claramente durante toda su existencia del juicio de valor que la sociedad, es
decir las personas "normales" que no son concebidas por
experimentación científica, tenía contra él:
“¿No conseguirán mis súplicas que
os apiadéis de vuestra criatura, que suplica vuestra compasión y bondad?
Creedme Frankenstein: yo era bueno; mi espíritu estaba lleno de amor y
humanidad, pero estoy solo, horriblemente solo. Vos, mi creador, me odiáis. ¿Qué
puedo esperar de aquellos que no me deben nada? Me odian y me rechazan. Las
desiertas cimas y desolados glaciares son mi refugio. He vagado por ellos
muchos días. Las haladas cavernas, a las cuales únicamente yo no temo, son mi
morada, la única que el hombre no me niega. Bendigo estos desolados parajes,
pues son para conmigo más amables que los de tu especie. Si la humanidad
conociera mi existencia haría lo que tú, armarse contra mí. ¿Acaso no es lógico
que odie a quienes me aborrecen? No daré treguas a mis enemigos. Soy desgraciado,
y ellos compartirán mis sufrimientos. Pero está en tu mano recompensarme, y
librarles del mal, que sólo aguarda que tú lo desencadenes. Una venganza que
devorará en los remolinos de tu cólera no sólo a ti y a tu familia, sino a
millares de seres más. Deja que se conmueva tu compasión y no me desprecies.”
“Usted, que llama a Frankenstein
su amigo, parece tener conocimiento de mis crímenes y sus desventuras. Pero,
por muchos detalles que de ellos le diera, no pudo contarle las horas y los
meses de miseria que ha soportado, consumiéndome bajo pasiones impotentes.
Pues, aunque destruía sus esperanzas, no por ello satisfacía mis propios
deseos, que seguían ardientes e insatisfechos. Seguía necesitando amor y
compañía y continuaban rechazándome. ¿No era esto injusto? ¿Soy yo el único
criminal, cuando toda la raza humana ha pecado contra mí?”
Esta novela es pura ficción, pero
si pensamos en el aspecto filosófico y emocional de la creación de Victor
Frankenstein, podríamos relacionarlo con psíquico del potencial clon humano. El
progreso científico promete y ya ha cumplido un avance extraordinario, pero hay
que pensar más delante de la simple ciencia para saber si y cómo estos nuevos
seres fabricados por el hombre podrían integrarse en nuestra sociedad. Experimentar
las posibilidades que el cuerpo humano da es también tratar con los
pensamientos y el mental del ser creado.
Fuentes:
- Frankenstein o el moderno Prometeo (libro en español) de Mary Shelly, Ingleterra, 1818
- Cita de Rabelais en su obra Pantagruel, Francia, 1532